Cuando hablamos de salud, no debemos apartar el foco de las personas, ya que es primordial centrarse en ellas. Las empresas tienen mucho que aportar en este sentido, ya que cuidar de los trabajadores debería ser una de las medidas básicas en su operativa diaria.
Esto se puede materializar de muchas formas. Cuando pensamos en la salud de las personas trabajadoras, habitualmente, nos vienen a la cabeza medidas relacionadas con la seguridad en el puesto de trabajo y otras relacionadas con la salud física (fomento de la actividad física, movilidad alternativa, pausas de descanso…). Y todas ellas son importantes, ya que repercuten de forma positiva tanto en la persona como en su desempeño. Pero conviene no olvidar que la salud es mucho más que el físico: la salud mental es especialmente relevante en trabajos más creativos, oficinas y las llamadas profesiones vocacionales (cuidados, enseñanza, sanidad, etc.).
Efectivamente, el cuidado de la salud física tiene una repercusión positiva en la salud mental, pero no lo es todo. El estrés es un tema que genera una creciente inquietud en el ámbito laboral ya que, después de la pandemia, se ha observado un incremento de la prevalencia. Según José Mariano Galletero (director médico de IMQ Amsa en Bilbao y profesor titular de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU en Leioa), cuatro de cada diez empleados dicen sentirse estresados en sus puestos de trabajo.
Es importante realizar un matiz en este sentido, y es que una cosa es cansarse en el trabajo o tener un mal día, que puede ocurrir, y otra es agotarse. Los trabajadores tienen que saber diferenciar ambas situaciones, y las empresas poner remedio al agotamiento. Por ejemplo, atajando la sobrecarga horaria con una mejor organización.
También conviene diferenciar entre diversos tipos de estrés. En ocasiones, se habla de “estrés bueno” (eustrés) a aquel que impulsa a algo positivo, que motiva o que empuja en situaciones que requieren de un cierto grado de alerta, ayudando a tomar decisiones o ser más creativos. Un ejemplo es el nerviosismo o la sensación de aceleración ante una presentación en público. Pero esto no tiene nada que ver con el “estrés malo” (distrés), que produce todo lo contrario y además se mantiene en el tiempo; por lo que conviene prestar atención a las señales de alarma para cuidar de los trabajadores:
- Fatiga.
- Insomnio.
- Pesadillas.
- Dolor de cabeza continuado o migrañas.
- Dolor de estómago.
- Cansancio crónico.
Y la pérdida de motivación, que si es continuada en el tiempo puede derivar en síntomas físicos o psicológicos. Por eso es importante que las empresas motiven a los empleados; pero también que presten atención a errores continuados en el trabajo, pérdida de concentración habitual, mal rendimiento, reacciones de irritación o enfado, etc.
La responsabilidad es compartida, por supuesto. Hay elementos que tienen que ver con la persona y otros con la empresa; pero los relativos a esta última tienen una incidencia mayor y pueden paliar situaciones personales. Una mala capacidad de autogestión, por ejemplo, se puede suavizar con una buena organización interna, un buen modelo de gestión, tareas bien definidas, buena comunicación, buen clima laboral, horarios definidos o, incluso, formación adecuada para adaptarse mejor a los cambios (algo cada vez más complejo con los avances tecnológicos).
Cuidar de los trabajadores es, también, ser conscientes de que todos los trabajos conllevan un cierto nivel de estrés. Y hay que tratar de tomar las medidas adecuadas para todos los niveles, porque los directivos tienen unas exigencias (como puede ser la toma de decisiones complejas), pero los obreros, otras (como labores monótonas o aburridas). Pero no se puede permitir que los niveles superen los límites de la salud, ni tampoco que el estrés, aunque moderado, sea sostenido en el tiempo. Hay que modular los niveles de presión, sin excesos. Porque la sobrecarga de trabajo produce estrés, pero la falta de ella, también. Un ejemplo muy claro es el estrés que, habitualmente, sufren las personas en búsqueda de empleo.
No es necesario sufrir en el trabajo. Si eso ocurre, se deben identificar las causas y poner los remedios adecuados según el trabajo concreto, las personas afectadas y el tipo de organización. Una empresa que cuenta con programas preventivos y de abordaje, es una organización que tiene menor absentismo laboral, menos pleitos judiciales, menos bajas, mayor productividad… y más beneficios. Porque cuidar de los trabajadores y trabajadoras es una buena inversión.