El 1 de enero de 2022 entró en vigor la inclusión del burnout en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), tras la consideración de riesgo laboral por parte de la OMS en 2019. Esto, además de clasificar los síntomas y procurar establecer vías de tratamiento, también supone una muestra de la importancia que ha adquirido el ‘síndrome del quemado’ en los últimos años.
Qué es el burnout
El burnout o síndrome del quemado es un trastorno cada vez más habitual que, aunque no es exclusivo del ámbito puramente laboral, generalmente se manifiesta en ese apartado de la vida personal o se experimenta en relación al trabajo.
Entre los síntomas más comunes se encuentra el agotamiento físico y mental, la indiferencia ante algunas tareas, el desapego en el trabajo, la apatía, la desmotivación, la frustración o esa conocida sensación de sentirse “quemado”. El resultado, en episodios leves es un descenso notable de la productividad; pero en casos más graves o manifestados durante largos períodos de tiempo, pueden degenerar en mayores riesgos para la salud mental e, incluso, física.
No debe confundirse la enfermedad con la aparición de algunos de sus síntomas en momentos muy concretos, ante labores muy específicas o en intervalos temporales que no superan una jornada laboral. Pero sí es importante poner remedio incluso a estos episodios esporádicos y breves, ya que pueden degenerar en burnout y esto, además, suele ser el primer paso que lleva a una enfermedad psiquiátrica.
El término fue descrito ya en 1974 por Herbert Freudenberger, psicoanalista especializado en agotamiento profesional, tras estudiar el trabajo de voluntarios en una clínica para toxicómanos de Nueva York. Durante su observación pudo comprobar cómo la energía de los voluntarios disminuía de forma progresiva hasta lograr agotarles física y mentalmente. Gracias a este estudio, pudo describir la desmotivación en el trabajo con síntomas de ansiedad, depresión y una agresividad hacia los pacientes que aumentaba en el transcurso de un año. En general, las personas voluntarias de la clínica sentían una sensación de fracaso y un agotamiento derivado de la exigencia de energía, recursos personales y ‘fuerza espiritual’ que demandaba su trabajo.
Características del burnout
El síndrome del quemado está asociado a un estrés laboral crónico, que frecuentemente afecta a profesiones que demandan dedicación a los demás: enseñanza, salud o cuidados en general. Es aún más frecuente en los puestos en los que los profesionales están más expuestos al sufrimiento humano, pero en general se agrava cuando existe un alto nivel de exposición laboral, una constante escasez de recursos, largas jornadas de trabajo, sobrecarga de tareas o alta exigencia continuada.
El burnout, caracterizado principalmente por el agotamiento y la desgana, produce una sensación de exceso de carga mental o incluso sobrepaso ante tareas que antes se realizaban sin mayores complicaciones. El resultado es un descenso notable de las ganas y la productividad, así como una sensación estresante de ineficacia o de no realizar bien las propias tareas. En algunos casos también deriva en mal humor, actitud cínica, distanciamiento social e, incluso, una percepción deshumanizada del resto de las personas en el trabajo.
Aunque la situación general (crisis económicas, pandemias y conflictos armados) ha hecho crecer los diagnósticos en los últimos años y las circunstancias personales influyen en cada caso, se trata de una enfermedad eminentemente laboral que se manifiesta a consecuencia de las condiciones de trabajo.
Cómo evaluar si el equipo está quemado
A nivel personal, aunque puede ocurrir que los primeros síntomas pasen desapercibidos, es común llegar a ser consciente de sufrir un cierto agotamiento. El problema, realmente, es detectarlo como burnout o darle la importancia que realmente merece; porque, a menudo, se identifica como una etapa dentro de la normalidad, sobre todo en ciertos trabajos. Por ello, ante el primer indicio, conviene ponerse en manos de un profesional.
Pero, como responsables de equipos o desde un ámbito de los recursos humanos, ¿cómo se puede abordar este tipo de situaciones? Es importante detectar estas situaciones, aún dentro de la enorme dificultad que supone. Primero, para cuidar de la salud de los empleados; y segundo, para mantener el buen ambiente en el trabajo y evitar el “efecto dominó”.
Existen distintas formas para tratar de medir el desgaste profesional, aunque desde un punto de vista médico. Uno de ellos es la escala de Maslach, con 22 afirmaciones que el trabajador debe valorar entre 0 (es decir, que no le pasa nunca) y 6 (en caso de que le pase todos los días). Los resultados arrojan una puntuación para estimar los niveles de cansancio emocional, despersonalización y realización personal.
Al tratarse de una enfermedad, son los profesionales sanitarios quienes deben diagnosticar, evaluar y tratar; si bien desde un departamento encargado de las personas de la organización, se pueden tener en cuenta ciertas herramientas (el citado test de Maslach o el inventario Copenhague, entre otros) para prevenir. Eso sí, sin olvidar que solo un profesional cualificado podrá hacer una correcta interpretación.
Por lo demás, existen ciertas señales de alarma que pueden indicar si algún miembro de la compañía está pasando un mal momento asociado a este tipo de desgaste: malos modos en la relación con los compañeros, reducción anómala de la actividad, entrega de trabajos de calidad sensiblemente inferior a lo normal, comentarios negativos habituales, faltas de concentración o atención, ausencias habituales en el puesto de trabajo, etc.
Cómo evitar el burnout en las personas del equipo
Teniendo en cuenta que las distintas situaciones personales pueden influir (autoexigencia, baja tolerancia al fracaso, ambición, mínima vida social, etc.), hay muchos factores que evaluar, pero desde la empresa se pueden tomar medidas de prevención que reduzcan al máximo la aparición de perfiles quemados.
Para ofrecer algunos consejos, vamos a partir de los factores que influyen en el burnout para emprender acciones que les den la vuelta:
- Para evitar problemas con los turnos o el horario de trabajo, se puede apostar por la flexibilidad laboral.
- Ante la inestabilidad en el trabajo, que en ocasiones puede ser inevitable (en casos de crisis, por ejemplo), se debe fomentar la comunicación transparente.
- Los problemas para desempeñar ciertas tareas, se pueden solucionar con planes de formación.
- La exigencia y la sobrecarga de trabajo, ha de abordarse simplificando la organización y su burocracia, fomentando la autonomía personal y realizando contrataciones o externalizaciones en caso necesario.
- Las malas relaciones interpersonales requieren espacios de encuentro, mediación, actividades de team building y fomento de la confianza.
- Los riesgos en el trabajo deben ser abordados con planes de seguridad, promoción de la salud y la higiene, facilidades para una vida activa, etc.
- En situaciones extremas derivadas del puesto de trabajo, cabe la posibilidad de tratar de reubicar al empleado y ofrecer atención psicológica.
Además, es recomendable informar sobre este síndrome a los trabajadores, para que sepan detectarlo y tengan a dónde acudir para resolver esa situación que está generando el malestar.
En definitiva, aparte de mostrar apertura para identificar y modificar las condiciones de trabajo que influyen de forma negativa, es necesario prevenir las causas del burnout mediante una decidida apuesta por el fomento de la salud y el bienestar en el trabajo.